18 de abril de 2017
¿Controlar las emociones?

¿Controlar las emociones?

18 de abril de 2017

Últimamente la gente me pregunta por actividades que ayuden a controlar las emociones. Me pregunto y les pregunto si por "controlar" entendemos hacer consciente el cuerpo, las sensaciones, las emociones, respirarlo, vivirlo, identificarlo para poder atravesarlo de la mejor manera para uno mismo....o si por controlar entendemos dejar de sentir, dejar de lado o anular las emociones.
Con frecuencia me encuentro con la segunda respuesta, aunque hay mucha consciencia ya con la primera.

¿Qué sentido puede tener anular emociones?
¿hacer como que no están?


Tu cuerpo expresa tus pensamientos, emociones y espíritu. Todo esto ocurre en tu cuerpo y a través de él. Sin tu cuerpo, no existes. De hecho, en cada uno de nosotros existe un depósito de información. Podemos hablar de “la sabiduría del cuerpo”. Si prestamos oído a su lenguaje, sabremos que un hombro agarrotado manifiesta la carga de nuestro stress y que una mandíbula bloqueada retiene palabras no pronunciadas. Dar oído y apreciar el lenguaje propio del cuerpo es esencial para una relación saludable con nuestros propios cuerpos.
Tu “cuerpo” incluye el cuerpo físico, con su órganos y miembros, tu buena o mala salud, tu experiencia de comunicación con la naturaleza, todas las sensaciones, placer y dolor, sensibilidad para la música, la danza, el arte, la sexualidad…Tú eres tu cuerpo, tu cuerpo eres tú. Tú no eres sin tu cuerpo.... Tu cuerpo tiene su historia. Mantener el diálogo con él es recuperar vida, pero también, es sentir el dolor de la vida.
En este momento entiendo que muchas personas se separan de sus sensaciones y dejan de sentir emociones. La moneda a pagar es "dejo de sentir", porque al separarse de la parte dolorosa de la vida también lo hacen del placer.


Teniendo en cuenta el significado de la palabra EXPRESAR = presionar o esforzarse para sacar algo afuera.

¿Cómo crees entonces que le afecta a tu cuerpo y a tus sentimientos NO EXPRESAR?
...Ejerciendo presión...

¿De qué manera ejerce esa presión en ti?
¿con dolor de cabeza? ¿una úlcera? ¿dolor de rodillas? ¿falta de hierro? ¿continuos esguinces? ¿psoriasis?...

¿Qué puedo hacer?
Me planteo, me pregunto, me interrogo, me suelto, me expreso, me libero, saco, grito, pataleo, digo NO, me enfado, me irrito, digo SI, abrazo, miro a los ojos, te digo te quiero, enfrento la situación, me hago consciente, dejo de repetir, lloro, me alegro, digo gracias, pido por favor, recibo, me irrito, me avergüenzo, me dejo sentir vulnerable, me equivoco, me caigo, me vuelvo a levantar, cometo errores, soy humana, te odio.
Me permito.


Alexander Lowen lo expresa aquí muy claro:
"La cualidad del movimiento de una persona se estudia desde dos puntos de vista: la espontaneidad y el control. La espontaneidad es una función de autoexpresión. Cuanto más vivo, más espontáneos son los movimientos de una persona. El cuerpo se expresa de modo natural, cambia constantemente para reflejar los sentimientos interiores.

Normalmente el control representa la sumisión de la espontaneidad por el yo, y es planeada para reproducir una acción más efectiva. Por medio del control yoico se canaliza y se integra la motilidad espontánea del cuerpo para lograr una meta deseada. En un yo saludable el control no disminuye la espontaneidad corporal. Cuando el control y la espontaneidad están integrados en el movimiento del cuerpo, el resultado es coordinación. La coordinación refleja el grado de identificación con el cuerpo que tiene el yo, a la vez que comanda los movimientos. Una persona sana, está bien coordinada en sus movimientos, es espontánea y a la vez tiene control.

La enfermedad emocional se caracteriza por una pérdida de la espontaneidad o por una deficiencia del control yoico, o ambas. Hablando en términos generales, la persona que sufre de disturbios emocionales se mueve compulsivamente o impulsivamente. La persona compulsiva es rígida, sus restricciones yoicas son tan severas que sus movimientos toman un patrón mecánico y le falta espontaneidad. En la persona impulsiva el control yoico está debilitado y los impulsos se rompen hacia fuera de una manera histérica. La persona impulsiva es hiperactiva, ni puede estar sentado tranquilo ni canalizar su energía hacia acciones conformativas. Su yo inadecuado constantemente se abruma por sus sentimientos, a la vez que se frustra constantemente porque sus sentimientos están desbordándose sin lograr nada.

La persona compulsiva tiene miedo de soltar su control rígido, la persona impulsiva es incapaz de mantener el control. En efecto, la persona impulsiva está descargando sus energías desenfrenadamente para evitar los sentimientos en su cuerpo. Se pone irritable para evitar sentir su rabia; histérico, para evitar sentir tristeza y promiscuo para evitar sus sentimientos sexuales. Corre antes de tener miedo, grita antes de que le causen dolor y ataca antes de ser amenazado."



A veces para cambiar un patrón de conducta o una molestia física que nos disgusta, simplemente hemos de ser conscientes. Saber de dónde partimos. Conocer el mecanismo con el que esta conducta actúa sin mi consentimiento, a qué responde, qué quiere conseguir. Hablamos con este mecanismo, lo interrogamos. A veces no sabemos el momento exacto de dónde viene, aquellas primeras veces en las que apareció, a veces sí, o al menos lo intuímos.
Seguramente caerás una y otra vez en ese patrón pero esta vez ya sabrás que lo estás haciendo, y tendrás la opción de crear otro tipo de respuesta, hasta fundar dentro tuyo un nuevo hábito. No nos han enseñado a hacer esto de mirarnos por dentro, seguramente ellos a su vez tampoco se miran, y tampoco nos supieron mirar. Y así crecemos, y nos socializamos. Con la carga de una etiqueta a cuestas, creyendo que "soy así y ya está". Pero llegado el momento, cuando uno siente que del mismo modo ya no puede caminar, que toca aprender a hacerlo de otra forma porque lo conocido ya no me sirve.... toca cambiar algo. Ser consciente, tomar las riendas de mi vida.
A veces costará, no lo dudo, muchas veces, nadie dijo que ser consciente sea fácil, pero te hace libre. Logras ser una mejor versión de ti mismo, y lo haces tú, tú controlas tu vida.



Bibliografía:
Alexander Lowen, Conferencia II "Los movimientos"
Therese Bertherat, "El cuerpo tiene sus razones"
Luz Casasnovas, "La memoria corporal"




Ana Cuerdo
5 de abril de 2017
Masajes

Masajes

5 de abril de 2017



En tiempos como estos, cada vez se pierde más el sentido del tacto y sobre todo del contacto. Cada vez hay más distancia entre unos y otros, se usa menos la mano para saludar y no digamos del beso o el abrazo.
Cuando somos niños, necesitamos esas caricias de nuestros mayores que nos hacen sentirnos cuidados y protegidos. Nos asustamos de una mano que se presenta firme ante nosotros cuando algo hemos hecho mal. Y siempre recurrimos a esa mano que nos lleva de un lado a otro con la seguridad de que nos está cuidando.


Más tarde, en la adolescencia relacionamos cualquier tipo de contacto con el afecto, y eso a veces nos avergüenza, de modo que nos alejamos cada vez más de las muestras de cariño hacia los otros, y a veces hacia nosotros mismos.
Cuando somos mayores, elegimos muy bien a quién darle esas muestras cariñosas, y a veces hay a quien queremos dárselas pero ya no podemos, no somos capaces, porque perdimos la costumbre, ya no sabemos cómo hacerlo. Así mismo pasa para ser nosotros quien recibe, se nos olvida lo gratificante que es recibir un sincero apretón de manos, un honesto abrazo o una caricia que sana una herida.

El masaje no es sólo una técnica que alivia y relaja, sino también una forma de acercarnos al contacto, de aprender a sentir, a discernir entre lo placentero y lo displacentero, a dejar atrás los problemas y empezar a vernos inmersos en un espacio íntimo del terapeuta y el cliente.
No sólo relajamos la musculatura, también relajamos la mente y el alma. Aflojamos los músculos y también las emociones.

Un lugar donde poder estar con uno mismo, un espacio donde poder reencontrarse, respirarse, relajarse, soltarse.



Normalmente cuando una parte del cuerpo nos duele instintivamente masajeamos o acariciamos esa zona de dolor, con la intención de encontrar alivio. Y no es de extrañar, ya que el masaje hace milenios que está presente en muchas culturas. En nuestra cultura, el masaje está más visto en el mundo del deporte, para aliviar contracturas, tratar lesiones, etc. Pero también tiene muchas otras propiedades, como la capacidad de aliviar el estrés y el malestar psíquico, relajar cuerpo y mente, y si además se reciben con confianza y entrega, podemos desconectar de todo por unos instantes, conseguir que la cabeza se olvide de los problemas y poder estar en el aquí y el ahora.

Hay quien acude a darse un masaje cuando algo no está funcionando bien, cuando se ha llegado al extremo en el que algo se ha fracturado, o una lesión se ha desencadenado. Ahí, no queda otro remedio que ponerse en manos expertas, hemos llegado al límite. Pero no es necesario llegar hasta este extremo para poder beneficiarse de alguno de nuestros masajes: